La Magia ha acompañado desde siempre al hombre, siendo uno de los atributos más característicos, junto a la ciencia, el arte y la filosofía, de la humanidad. Desde las cuevas del paleolítico hasta la revolución digital, la creencia en lo sobrenatural ha formado parte del acervo cultural de todas las civilizaciones.
Emparentada con la religión, de hecho en muchos periodos históricos fueron la misma cosa, su aceptación implica una visión del mundo donde actos abstractos influyen, y condicionan, de manera irracional en las tribulaciones de la vida. Entre sus usos más funcionales y arquetípicos, desarrollados de muy diversas formas por las distintas culturas, está la facultad de la adivinación, la práctica de las artes cabalísticas, hechizos y encantamientos, la necromancia y un sinfín de maravillosas técnicas que la tradición le atribuye.
En un tema tan profundo, y que lleva implícito en muchos casos la imposible clasificación y comprensión racional de los fenómenos y poderes de los magos y practicantes, podemos distinguir superficialmente dos corrientes, opuestas y complementarías, que simbolizan también la eterna lucha entre el bien y el mal. Así como asociamos habitualmente un tipo de magia, la negra, a brujos cuyo poder pareciese estar relacionado con submundos, demonios y diferentes figuras malignas, existe también la llamada magia blanca en la que el propósito ha sido ancestralmente la búsqueda de la prosperidad del individuo desde el amor y la bondad, incluyendo amuletos, talismanes o sortilegios milenarios para, por ejemplo, mejorar cosechas, atraer el amor, curar enfermedades o como protección ante la mala suerte y las agresiones de todo tipo. Sus objetivos y liturgias han sido comúnmente aceptados por las sociedades donde se producen, y sus principales características son la oposición a la magia negra y el perseguir la prosperidad, la integridad y el desarrollo físico y mental en conexión con el espíritu.
Teniendo por referencia el Universo que nos abre la Magia, el mundo se convierte en un plano de existencia entre otros muchos que, dado el materialismo en el que se sustenta, puede ser un insalvable obstáculo en el acercamiento a otras posibilidades de existencia.
El camino que nos señala la magia blanca revela algunas leyes del Universo y muestra a los hombres cómo a través de la aceptación de dichas leyes pueden liberarse no sólo de la enfermedad y la soledad, sino también de la angustia de vivir en el desconocimiento absoluto de su propia naturaleza.
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