El horóscopo se divide en 12 signos del Zodiaco, o rueda de los animales, que representan la división en 12 periodos de tiempo, un año, en el que cada signo corresponde, según la fecha de nacimiento, a los nacidos en el mismo. A cada signo le corresponde un símbolo. Posibilita descubrir cómo son las personas, según el lugar y fecha de nacimiento, y hacer predicciones de lo que acontecerá en el futuro, con respecto a la vida, trabajo, amor y suerte. Lo más controvertido de los horóscopos es que, en muchas revistas y páginas de Internet, las proposiciones que predicen son universales, para cada signo, en cada mes. No se tienen en cuenta las singularidades ni la personalidad de las personas, por ello, hay que saber realizar las interpretaciones individualizadas correctas, lo que es todo un arte, para el que hay que estar formado y en continuo aprendizaje.
Los signos del zodiaco corresponden a las doce constelaciones. Los signos dividen las estaciones y el círculo zodiacal en 4 partes iguales, de 90 grados, cada una. El zodiaco no es solo eso, es, además, una suma de símbolos enraizados en culturas ancestrales y sabias de la humanidad.
Cada uno de los 12 signos expresan una fase evolutiva:
Aries: Es el impulso o el empuje primordial del orden cósmico.
Tauro: Es el esfuerzo, la elaboración del espíritu y la semilla.
Géminis: Es la polaridad entre espíritu y la materia.
Cáncer: Es la pasividad, el apego o las aguas donde nace la célula primordial del mundo.
Leo: Es la Vida.
Virgo: Es la diferenciación, independientemente de la conciencia, el fenomenalismo.
Libra: Es la sociabilidad, lo que armoniza las tendencias opuestas.
Escorpio: Es la fermentación, la disgregación.
Sagitario: Es la dualidad, de los instintos primarios y de las aspiraciones superiores, o el retorno del hombre al origen.
Capricornio: Es la Elevación, el fin del universo físico.
Acuario: Es el paso a los estadios superiores.
Piscis: Es el mundo Interior, las aguas superiores.
La astrología se convierte en el arte que maneja estos elementos del ciclo, el eterno movimiento, sus repeticiones y mutaciones, para la correcta lectura de los símbolos y de sus influencias con exactitud. Aquí radica la grandeza de esta ciencia milenaria, la cual le viene dada a los hombres desde sus orígenes, para que observando los mensajes escritos en los cielos, desde la noche de los tiempos, encuentren el conocimiento y el sentido de la vida.
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