A menudo me pregunto cómo ha sido posible que durante milenios algo que hoy en día forma parte del imaginario popular, como es la magia, no haya caído totalmente en el olvido. Viviendo, como vivimos, en una sociedad cada día más avanzada, tecnológica y científicamente, parecería que todo esto no llena nuestras vidas ni nuestros corazones. Cada día parece que hay más gente en busca de lo trascendente, y a la vez parece que hay más gente evadiendo esa pregunta.
Contents
Uno puede vivir una vida tranquila, supongo, y sin problemas, centrado en lo material, lo medible y tangible. Sin embargo, llegado un día, más tarde o más temprano, nos enfrentaremos a nosotros mismos. Y la pregunta del sentido de nuestras vidas nos empezará a martillear. Cada cual en este mundo, desde los primeros hombres hasta los últimos que están naciendo en este momento mientras escribo estas páginas; se va a confrontar con lo trascendente de una manera u otra.
Entonces será cuando ese ser humano se confronte con su propia existencia y al misterio que esta encierra. Y no es más que el misterio de su consciencia. El cerebro humano es el único sistema del que tenemos conocimiento que es capaz de cuestionarse a sí mismo y a su entorno. Definir lo que es consciencia sería largo y a lo mejor tedioso, así que voy a dar mi pequeña definición: la conciencia es la conexión cabal con el Universo, es querer explicarlo y a la vez temerlo.
La conciencia es lo que nos lleva a crear arte o a buscar la cura del cáncer. Y es la herramienta que nos permite vivir una vida más allá de los impulsos. Cuando llega esa pregunta a nuestra mente, cuando un día sin saber por qué la materia no nos llena, lo que hacen la mayor parte de las personas es mirar el firmamento. Efectivamente, lo hacemos. Contemplamos la naturaleza, tal vez, sentados en un banco a la orilla de un caudaloso río, en una ciudad alienante con miles de personas corriendo, nos demos cuenta de que hay algo más.
Es entonces cuando sucede, cuando la sincronicidad, las micro casualidades, se van encadenando, tal y como se encadena la evolución que nos ha traído hasta donde estamos.
La Naturaleza es sabia, y también misteriosa. Nos parece una amenaza y son separamos de ella, sin darnos cuenta que es una lucha fútil. Somos naturaleza, ella es nuestra madre, también puede ser salvaje, y por supuesto nos tiene a su merced.
Esa sabiduría también está en nosotros, muy dentro. Ella está dentro nuestro, no solo en el exterior. No hace mucho, me dijo alguien, el árbol está dentro, dentro de cada uno de nosotros. Y es así, si no lo respetamos, no nos respetamos a nosotros mismos.
La vida es un milagro, pero es tan común que ya no le prestamos atención, el ser humano vive como si fuera a ser inmortal, pero lo cierto es que la carne fenece. Y es ahí, justo por el rabillo del ojo cuando vas paseando por el bosque, o subiendo unos peldaños de granito. En un silencio o en un graznar de los cuervos, donde si prestan atención, podrás intuir los hilos de la realidad.
Y si tienes esa suerte, y un día lo atrapas, te darás cuenta de que nada es en balde; que cada una de las cosas, piedras, peces, pájaros, personas y poetas están y estuvieron en este mundo por un propósito.
Y encontrar ese propósito, ser consciente de lo que te rodea y de tus propios sentimientos y pensamientos, tanto dentro como fuera es lo que te convierte en un mago iniciado, después con mucho amor por ti y por la naturaleza, controlando lo que piensas dices y ejecutas, sabrás que dominas tu mente y por ende tu naturaleza. La Naturaleza, y entonces verás que las piedras pueden hablarte y que los milagros los creamos, solo hay que creer.